Les ponts des arts
Qu'est mon néant, auprès de la stupeur qui vous attend ?
El rio apenas se mueve con la brisa que me pega en la cara. Estos atardeceres son mágicos. Naranja y rosa sobre el Sena. En primer plano están los candados. ¿Los llegaste a ver? Mira hasta donde me trajiste Julio, mira hasta dónde vengo a ver cómo te encontrabas con Lucia en esas casualidades que de casualidades tenían poco y nada. Me siento en el banco del medio del puente, o lo que yo creo que es el medio. Sesenta pasos viniendo desde Quai de Conti. La vista fija en el atardecer y atrás mío el puente nuevo. Enciendo un Gauloisse rojo mientras el sol sigue tiñendo el cielo. ¿Cuantas veces habrás visto este atardecer? Bueno este no. Sabemos que es único. ¿Pero cuantos habrás visto? Y los seguís viendo. Si, si no te fuiste. Si estás acá. ¿Te gusta más ahora que es de acero o antes como era de hierro? Sí, me hubiese encantado verlo. ¿Preferís los siete arcos? Si, a mí también me gusta el número 7. Me gusta más que el 9 por lo menos. ¿Quién diría no? Estas acá, fumando al lado mío, contándome de una pelea de boxeo de tus épocas. Como arrastrás la r. Uperrrrrrrrrcut. Me rio y apago el pucho. Ya es hora de que me vaya y te deje tranquilo. Del bolsillo interior de la campera verde, ese del corazón, saco un candado. Despacio, me acerco al borde del atardecer y lo cierro con fuerza en la malla. Lo muevo por las dudas, para asegurarme que va a seguir ahí cuando me vaya. Siento la llave dorada en la mano que me quema como el hielo. Me la llevo enfrente de los ojos y miro por el agujero como intentando sacar una foto, una instantánea. Clic. Acto seguido la tiro y la veo caer al Sena formando círculos concéntricos perfectos. Ya se debe estar perdiendo en el fondo. Chau Julio.

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