domingo, 29 de septiembre de 2013

Tristeza de domingo.

 Los domingos tengo miedo de salir volando sin embargo sigo con los pies clavados a las baldosas porque ni las nubes se mueven en este día. El cielo va cambiando de color y mis pensamientos son música pero no de Yann Tiersen sino más bien de Piazzola, nostalgia un tanto rosa. Un tango en la cabeza pero no para bailar. Un tango absurdo, un tango caótico, como si las notas se ordenaran al azar. No las entiendo porque no me entiendo. Ni a mí, ni a vos, ni a la música, ni al día. Ni porque acá y no allá, ni porque allá y no acá. Y sobre todo ¿porque no juntos? Si el mundo duele menos si te miro. Pero no, cada uno con su tristeza de último día de la semana, con el eco existencial de los atardeceres que parecen congelarse en los cielos del conurbano y un pucho atrás de otro, y mate y te y cualquier cosa que ayude a bajar la angustia de la garganta. Y al final lo único que nos es propio, es el silencio. Podemos elegir no hablar y nos quedamos contentos con esa mísera rutina de callarnos ante el mundo. Tristes, en silencio, con un tango en la cabeza y la noche que se viene encima.

No hay comentarios:

Publicar un comentario